domingo, 1 de julio de 2012

Módulo 9, Capítulo 4.- La educación y la ética que humaniza


El ser humano se humaniza a través de la educación, donde los valores se plantean como un ámbito, como un espacio existencial en la medida en que se descubren como finalidad.

La actitud como HÁBITO se encuentra entre el poder ser y el poner en acto ese poder ser.

Los valores hacen que la acción humana tenga dirección, sentido, significado. El valor no es fuerza impulsora, sino más bien es relación orientadora. En este sentido los valores se hacen históricos, en tanto que constituyen el "espacio" de la moral humana.

El movimiento de renovación del universo es el motor humano. Nuestra razón se convirtió en un generador de humanidad: hemos creado leyes sociales, científicas, jurídicas, lingüísticas, etc. y buscamos razones para aplicarlas, difundirlas y hacerlas valer.

Los seres humanos precisamente nos diferenciamos de los demás seres vivos gracias a que hemos trascendido con nuestra racionalidad, pero ante todo por esa parte humanizadora que hemos desarrollado a través de nuestra evolución somos seres pensantes, pero también con sentimientos y capaces de diferenciar  lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, hemos adquirido un conjunto de valores que rigen nuestro comportamiento hacia los demás seres vivos, de acuerdo a las reglas sociales que hemos impuesto como integrantes de ese grupo que es nuestra propia sociedad, es decir aprendimos a dirigirnos por la vida como seres racionales y sociales , pero al mismo tiempo con sentimientos, ética  y respeto hacia los demás seres vivos que comparten con nosotros este hermoso planeta.

La educación es un proceso permanente que permite que los valores se vuelvan un hábito y en consecuencia ser convierte en una actitud ante la sociedad que formamos  los seres humanos.

En este ámbito nuestro papel como docente es fundamental pues recaen un conjunto de responsabilidades que debemos asumir para poder fungir como  verdaderos mediadores de la ética y los valores que permitirán la humanización de los nuevos integrantes de una sociedad cambiante y globalizada, pues tenemos que ser profesores con conocimientos no sólo de nuestra asignatura sino con conocimientos de todo tipo que permita establecer los ambientes idóneos para que puedan construir sus conocimientos significativos y todo esto se puede lograr si preparamos nuestras clases con tiempo, de tal manera que estén bien estructuradas donde la resolución de problemas de su contexto cotidiano sean  actividades de su quehacer diario.


Tenemos que romper esa barrera entre profesor- alumno que se forma para  darles la confianza de poder equivocarse y volver a intentarlo, en vez de descalificarlos y humillarlos ante sus compañeros, debemos ser motivadores no desilusionadores, dejar de quejarnos que no quieren aprender, que son flojos e irresponsables, tenemos que asumir nuestra responsabilidad al no generar los ambientes y las situaciones idóneas que sean el disparador que produzca su aprendizaje significativo y es por ello la importancia  que un docente tenga una verdadera vocación como una condición primera y prioritaria del verdadero educador, que implica “gozar enseñando, gozar comprendiendo, descubriendo al otro, y tercero, gozar ofreciéndose al otro”[1].




Es de vital importancia que los docentes recapacitemos nuestra actitud ante los estudiantes, vernos a  nosotros mismos para poder entender que ven en nosotros nuestros estudiantes conquistar su confianza, respeto y admiración para poder ser verdaderos líderes y guías de sus vidas.


[1] Sobre la vocación del maestro

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